¡Buenas a todos!
Espero que para todos esté siendo un comienzo de semana estupenda. Yo debo reconoceros que he pasado un maravilloso fin de semana y que afronto la semana llena de energía y con muchas ganas de trabajar en mis proyectos. La verdad es que no tenía muy claro que publicar en esta entrada pero he pensado una cosa que espero que os guste. Hoy os hablaré de los domingos.
Sí, los domingos son para muchos unos días muy tristes, pues suponen los últimos coletazos del fin de semana. En mi caso, estos días no están tan mal, porque es cuando aprovecho para preparar las entradas de la semana en mis blogs (además de contaros un poco sobre mi faceta como escritora tengo un blog dedicado a la lectura: La Biblioteca de Selene y soy confundadora de El Desván de Casiopea y Andrómeda), leer y escribir un poco. Si fuera un fin de semana ordinario (este no lo ha sido porque he tenido la mejor visita posible) también hubiera limpiado un poco y habría hecho algunas labores del hogar.
En cualquier caso, hay algo que tienen los domingos que no tienen el resto de días y es que a pesar de lo poco que queda para el lunes aún tenemos la oportunidad de exprimirlos antes de volver a la rutina. La verdad es que adoro las tardes de domingo, sobre todo las de invierno. Me encanta envolverme en una manta con ropa cómoda y sentarme en el sofá mientras disfruto de mis actividades predilectas. Un buen libro, una taza de café, mi cuaderno o una serie de televisión o película es capaz de levantarme mucho el ánimo a pesar de que al día siguiente toque volver a las obligaciones.
El pasado domingo, sin ir más lejos, salí a almorzar fuera, volví acasa y me puse con temas de blogs. A continuación adelanté un poco la novela que tengo entre manos (Bridget Jones: Sobreviviré, de Helen Fielding) y continué escribiendo mi nuevo libro. Podréis decir lo que queráis, pero con domingos así está claro que se empieza la semana con más ganas, ¿verdad?
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