Hola a todos, soñadores.
Hoy quiero hablaros de un tema muy especial para mí y que no toco tanto como me gustaría. Se trata de la tierra que me vio nacer: San Fernando (Cádiz). Todos sabéis que soy de allí y que fue justo en esta localidad en la que nació mi amor por la literatura. En esta ocasión me gustaría hablaros desde un punto de vista más personal, más íntimo. Espero que disfrutéis de este pequeño homenaje.
San Fernando se encuentra a 14 kilómetros de Cádiz y aunque muchos se refieren al municipio como «pueblo» fue reconocido como ciudad en 1813, cuando se denominó Real Isla de León. Para quien sólo lo conozca de oídas sabrá que de aquí son Camarón de la Isla, la Niña Pastori o Sara Baras, pero mi Isla es mucho más, es una zona tranquila, con una temperatura agradable donde “al menos de vista” conoces a todo el mundo.
El Puento Zuazo (imagen de http://www.senderismo.net) |
Conocida por su pescaito frito o sus tortillitas de camarones, mi ciudad tiene un poco de todo. Playa, bibliotecas, centro comerciales y una oferta turística muy interesante. Pero más allá de esto, es el lugar en el que he vivido gran parte de mi vida y del que me siento muy orgullosa. A pesar de que el levante estropee los días de playa y la humedad te cale hasta los huesos. Mi familia, mis amigos, mi gente es de allí y es especial, es un trozo de mí con el que he querido compartir desde siempre mi amor por las letras.
Mis amigas del instituto bien lo saben, porque junto a ellas me formé no sólo como estudiante, sino también como persona. Allí me enamoré y conocí al hombre de mi vida, allí nacieron mis padres y mi hermano... Fue en la Isla donde forjé mi personalidad, donde me convertí en la persona que hoy soy. Entre olor a polvorones y marquesas viví muchas navidades, el incienso me inundó en multitud de semanas santas. El mar lamió mi piel una y mil veces, por eso y por tantas otras experiencias quiero tanto a mi tierra. Porque me dio la vida y, en parte, me la cambió.
Es imposible no echar de menos un lugar así. Porque quien, por desgracia, no puede vivir en su lugar de origen, extraña con todo su corazón lo que dejó. Gracias, San Fernando. Gracias por darme tanto.
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